sábado, 4 de mayo de 2013

Del papel a lo digital y de vuelta al papel


(Un texto bastante más largo de lo originalmente planeado, donde el autor iba a contar la génesis de “La Mudanza” y terminó 
escribiendo sobre muchas otras cosas)


portada La Mudanza


  Fue en setiembre de 2011, durante la convención Unicomix en Mendoza, Argentina, a la que asistí junto a Roy, el Vasco Esteban Caballero, Fito Santullo y Matías Bergara, que entre mojito y mojito (fueron tantos que agotamos la menta del boliche) surgió la idea de hacer una página de historietas digitales, siguiendo el modelo de la argentina Historietas Reales.

Así nació Marche un Cuadrito. En la primera camada de historietas, Santullo se unió a Alejandro Rodríguez Juele para hacer “Las Montañas de la Locura”, Roy hizo equipo con dos dibujantes que conocimos en Mendoza, la cordobesa Nacha Vollenweider y la mendocina Lauri Fernández para “Vientre”, Matías Bergara empezó la tira “La Liga Latina” con guiones de Silvio Galizzi, y yo, sin demasiada idea de qué diablos hacer, empecé una tira humorística que denominé “Dirigibles de Plomo” (una referencia al nombre original de Led Zeppelin, Lead --o sea plomo-- Zeppelin).




Vale la pena aclarar, por si alguien no esté familiarizado con el término, que se denomina tira humorística a la historieta corta de tres o cuatro cuadritos que termina en un chiste, como Garfield, o Mafalda. Nunca antes había hecho tira (en realidad si, de niño, y casi todos los chistes eran robados de Condorito), pero como mis historietas tienen una buena dosis de humor, y según los comentarios que he recibido, los chistes funcionan de forma bastante decorosa, pensé que podría hacer una tira interesante. No fue así. me choqué de frente contra una pared. Hasta ahora mi humor funcionaba dentro del contexto de una historia, pero en una tira humorística clásica se necesita la contundencia de un remate (hablo de tira “clásica” porque algunos autores como Liniers han logrado virar la tira hacia otros lados que no dependen tanto del humor). El remate debe cumplir la doble función de cerrar la idea y hacer reír. Pensemos en Mafalda: Susanita y Miguelito están hablando en el parque; aparece Manolito; dice algo inesperado y gracioso que descoloca a los otros dos. Risas. Fin. Bueno, eso es jodidamente difícil de lograr.

Por ejemplo, mi historieta Fructuoxia#1 abre con un personaje llamado MotorPsyco que tiene a un tipo colgando cabeza abajo de la cornisa de un edificio. Ambos tiene un diálogo bastante divertido, y hay dos o tres chistes graciosos, pero dentro del contexto de esa situación donde un personaje está a punto de tirar a otro del edificio. Ninguno de esos chistes tiene la explosión inesperada ni la contundencia de un remate.

Todo esto viene a cuento porque después de las tres o cuatro primeras tiras de Dirigibles de Plomo me di cuenta que me había metido en un terreno que no dominaba y estaba produciendo material de dudosa calidad (excepto por una tira sobre Steve Jobs en el cielo y otra protagonizada por el fantasma del perrito muerto por tres adolescentes, que creo que estaban bastante bien). Tenía que cambiar cuanto antes de formato.





Por esos días tuve a asistir a un evento en una iglesia, y como no tenía ningún interés en escuchar lo que el cura estaba diciendo (fui muchos años a colegio católico, así que ya conozco de memoria la rutina de los standaperos de sotana) empecé a pensar en el lío en que me había metido con Marche un Cuadrito. Otros guionistas tienen cajones (probablemente hoy en día sea una carpeta en la computadora) llenos de guiones sin usar a los que echar mano en situaciones como esta. No es mi caso. Tengo muy poca cosa sin dibujar, y si no la dibujé es porque es una cagada.

Pero esa tarde en la iglesia, producto del tedio y de la desesperación por mi situación en Marche un Cuadrito, comencé a pensar en un argumento para una futura historia. Algo muy distinto a todo lo que había hecho antes. Algo que tuviera que ver con sentimientos y situaciones de mi pasado más o menos reciente. Algunas de esas cosas las había esbozado en mi libro anterior, “Ranitas”, pero bajo la protección del velo del humor, que esta vez no estaría.

Empecé a pensar en los recuerdos asociados a ciertos lugares. Nunca antes había estado en esa iglesia en particular, así que ignoro por qué me invadió una repentina sensación de nostalgia, pero de pronto empecé a recordar los veranos de mi niñez en balnearios de la Costa de Oro, y todos los amigos que tenía allí. Seguí veraneando en la Costa de Oro en mi adolescencia, pero para ese entonces todos esos amigos habían dejado de ir. Lentamente esas calles, plazas o canchas de paddle abandonadas se volvieron más y más ajenas, llenas de recuerdos y fantasmas de otros tiempos.

Algunos años después, en los primeros 2000s, Uruguay sufrió un exilio masivo producto de la crisis. Muchas personas cercanas se fueron, y de pronto Montevideo se volvió un lugar tan fantasmagórico como aquellos balnearios de mi adolescencia. Empecé a evitar pasar por la puerta de algunas casas, muritos o esquinas, por la carga emotiva que tenían. En esos tiempos me había obsesionado con un disco de Bob Dylan llamado Time Out of Mind, y específicamente con la canción Love Sick, que hablaba de calles que habían muerto. Creo que Dylan le estaba cantando a ese sentimiento.



Sentado en aquella iglesia empecé a reflexionar sobre la capacidad un poco inexplicable de las personas para sobreponerse y seguir adelante frente a las dificultades. Tal vez podría contar una historia sobre eso, con un personaje que sea una especie de personificación de esa fuerza interna que nos hace seguir adelante. Una fuerza que nos ayude a ahuyentar los fantasmas de las calles que han muerto, y que nos permita seguir siguiendo.

Al día siguiente me desperté, agarré mi laptop y escribí esto:

Historia corta de 10 páginas.
En blanco y negro. Poco o nada de humor.
Las calles que están muertas.

Ese mismo día escribí el plot completo de la historia que había esbozado en esos primeros renglones (evidentemente, no se mantuvo ni la extensión del libro, ni el blanco y negro).

La protagonista de la historia es una viejita. Camina con un niño. La mujer es una especie de agente inmobiliaria. Se encarga de cerrar lugares que se han muerto. El niño es en realidad un hombre de mediana edad. La mujer lo ayuda a aceptar que debe dejar ir el pasado, y que los lugares han muerto. Las personas que ahí habitaban ya no están, y ese sitio ya no tiene relación con él. La mujer cumple con ese servicio para quienes no pueden despegarse de un lugar.

La historia tiene dos líneas temporales. En la “onírica”, la señora camina con el niño mientras cierra lugares que han muerto (casas de infancia, casas de sus padres, casas de amigos que se han ido). En al otra, se ve una imagen recurrente de un hombre intentando tocar timbre en una casa, pero nadie atiende…

Si bien ya tenía armado el esqueleto de la historia, aún debía escribir el guión final, aunque con una dificultad extra. Por un tema de tiempos, debía comenzar a dibujar las primeras páginas de inmediato para no dejar de subir mi contribución semanal a Marche un Cuadrito. No me daría el tiempo para terminar el guión (un proceso que en mi caso suele ser lento, con constantes reescrituras y correcciones) antes de empezar a dibujar. Estaba trabajando sin red. Iba a empezar a publicar semanalmente una historieta que aún no tenía escrita del todo, y ni siquiera sabía cuantas páginas tendría.

Sin duda era meterse en un lindo quilombo, pero seguía siendo mejor que devanarse los sesos pensando en remates para las irregulares tiras humorísticas de Dirigibles de Plomo. A las apuradas escribí el guión de las primeras diez páginas, diseñe a los personajes, boceté las páginas, y salí de safari fotográfico de “locaciones” que pudieran servir como escenario del mundo onírico que transitan los dos protagonistas. El edificio que sirve como Leitmotiv de la historia, sin embargo, no es montevideano sino madrileño, La Casa Gallardo.


Referencias fotográficas para las ilustraciones

Al momento de dibujar, opté por un estilo más orgánico que todo lo que había hecho antes. Sustituí los marcadores y las fibras por tinta china, pluma y pincel. Para el color, pensé en una paleta de naranjas y amarillos, colores cálidos que no suelen asociarse con climas melancólicos como el de La Mudanza (para ello se usan colores fríos, la gama de azules) pero creí que podría funcionar. Había experimentado con esta paleta en algunos libros infantiles que ilustré, y me gustaba el efecto.
Me he ganado, más que merecidamente, la fama de ser un dibujante medio perro, aunque con un estilo propio. Seré un perro, pero nadie ladra como yo. Además, al igual que el maquillaje femenino, que hace milagros en mujeres fuleras, una linda paleta de colores ayudaría enormemente a mejorar el trabajo de un perpetrador del lápiz como este simpático historietista.


Lápiz, tinta y color de la Página 50 de La Mudanza

Las primeras páginas estuvieron prontas a fines de 2011, y logré terminar suficientes como para no dejar de subir semanalmente durante mis vacaciones en enero. Recibí comentarios positivos respecto a los dibujos de estas primeras páginas. No había mucho que decir sobre la historia pues iba a ritmo demasiado pausado como para que alguien lograra formarse una opinión. Tampoco estaba pensada para el formato de página semanal, donde lo ideal es dejar un gancho para que el lector regrese a la semana siguiente. Yo como lector no seguiría La Mudanza semana a semana.


Entintando a la vieja usanza 

Lo que había comenzado siendo una historia sacada de apuro para no dejar clavados a mis amigos de Marche un Cuadrito se volvió algo más especial para mi, y como la extensión que había planificado inicialmente empezó a crecer (de las 10 o 25 páginas de la idea original había pasado a algo que tendría por lo menos 36) comencé a pensar en editar La Mudanza en papel.

Durante esos días tuve la suerte de ver en vivo por tercera vez a Bob Dylan, en un concierto mágico que dio en el teatro Gran Rex de Buenos Aires. Los recitales de Dylan son siempre impredecibles porque Bob cambia noche a noche su repertorio. Esa noche cantó Love Sick, la canción que sirvió de puntapié inicial para La Mudanza. Pero no solo eso, también cantó Tangled Up in Blue, de su disco más perfecto, Blood on the Tracks, que incluye una frase que usé de modo recurrente en La Mudanza “…y lo único que podía hacer era seguir siguiendo”. Lo tomé como una señal, y esa misma noche tomé dos decisiones: La Mudanza se editaría en papel, y su título completo sería “La Mudanza: una historia sobre seguir siguiendo”

Bob, dibujado con los colores de La Mudanza

En mi viaje a Mendoza había vuelto a trabajar en un comic de Relatos de Ciudad Fructuoxia centrado en el personaje CenterJás, en el que había trabajado intermitentemente por los últimos cuatro años. CenterJas, un ladrón que habla con metáforas futbolísticas, había debutado en 2010 en el crossover que hice con Dragón Comics “Freedom Knights en Ciudad Fructuoxia”, y había sido uno de los personajes que más había gustado, junto con el políticamente incorrecto Orange Shaft creado por Roy y Bea. En Octubre viajé a Bareclona para la boda de mi amigo Adriá (El Gallego en Ranitas) y en el avión avancé un poco más en las escenas clave de la historia, con miras de tener el libro pronto para Montevideo Comics 2012.

Escribiendo escenas de Fructuoxia: CenterJas, en la mesita del avión

Mi libro anterior, Ranitas, había tenido una buena recepción, y muchos lectores me estaban pidiendo una secuela. O sea que tenía dos posibilidades: un nuevo libro de Ranitas, o retomar Relatos de Ciudad Fructuxia. Ambas eran fórmulas más o menos probadas.

Pero los artistas que siempre he admirado han ido por rumbos inesperados en los momentos donde les era más cómodo quedarse en el lugar de aceptación en el que se encontraban. Pienso en Lou Reed haciendo el lúgubre y maravilloso Berlín después del optimismo Glam de Transformer, a Radiohead abandonando el formato canción en Kid A después del hermosísimo OK Computer, a Nirvana inundando de acoples y ruido In Utero después del disco de la década, Nevermind. O a Dylan en sus varios cambios de sonido y estilo que dejaban perplejos --y usualmente enfurecidos-- a sus seguidores. 

Entonce empecé a pensar que mi siguiente libro no debería ser “Ranitas 2, el regreso del rugbista” ni “Relatos de Ciudad Fructuxia: Centerjas, un libro con más referencias futboleras que una entrevista a Jaime Roos”. Estaría bueno que fuera algo raro. Algo distinto. Estaría bueno que fuera La Mudanza.
Todos los ejemplos musicales que mencioné tienen un factor en común: ventas notoriamente inferiores a sus trabajos anteriores y el rechazo de gran parte de su audiencia. Es altamente probable que ese sea el destino de un libro como La Mudanza.

Aunque tratándose de números de ventas tan irrisorios como los de las historietas uruguayas, y con una cantidad de lectores que entrarían cómodos en el asiento trasero de un fitito, no puede decirse que me estoy jugando el pellejo en una movida valiente y arriesgada. Pero también es cierto que si todo lo que hago luego de Ranitas (libro que cosechó críticas bastante elogiosas y un nivel de ventas más que aceptable) es una cagada, y me transformo en lo que en el mundo de la música se conoce como un One Hit Wonder (esos que la pegan con una canción y luego vuelven al ostracismo del que jamás debieron haber salido, y mientras escribo esto empiezo a hacer la coreografía de “dale a tu cuerpo alegría Macarena”) que sea bajo mis propios términos, y no intentando repetir la fórmula del libro con el que la pegué.

Retomando el hilo del relato --soy muy disperso y tiendo a irme por las ramas-- estamos en los primeros meses de 2012 y acabo de decidir que mi siguiente libro será el bello fracaso que he optado por titular La Mudanza: Una Historia sobre Seguir Siguiendo. Pero los planes no salieron como pensé. Para empezar, el libro creció mucho más de aquellas 36 páginas que había calculado. Terminaron siendo 52, y era imposible tenerlas prontas en solo dos meses para Montevideo Comics 2012. Además, en medio tuve que hacer una historieta para Verano, y después me agarré mononucleosis y casi la quedo (en realidad no, pero demoraron en diagnosticármela, y pasé un par de semanas cagado hasta las patas pensando que estaba por espichar).


Portada en b&n de Deje de Afligirse


Entonces tuve que usar un plan B, y editar un comic llamado “Deje de Afligirse” que había escrito cuatro años antes para que la dibuje mi amigo Pablo Gradín, en los tiempos previos a Fructuoxia #1, cuando mi plan era editar la serie trimestralmente con dibujantes rotativos de la Continental School. La idea inicial de Ciudad Fructuoxia era contar historias independientes que solo tuvieran a la ciudad como trasfondo, con géneros variables. Había una con hombres lobos y heavy metal, otra con robots gigantes y “Deje de Afligirse”, una aventura mística que se tomaba para la joda a los pastores brasileros que compran cines y centros culturales donde antes se hacían convenciones de comics. Pero conforme Fructuoxia fue avanzando, fue adquiriendo un tono uniforme de aventura de superhéroes con humor, parodia y crítica a la sociedad uruguaya. Además, los personajes, que inicialmente no volverían a aparecer, comenzaron a regresar e inclusive a interactuar entre ellos. Todos esos guiones iniciales, escritos en simultáneo a Fructuoxia#1 ya no tenían mucho que ver con la serie.

“Deje de Afligirse” se dibujó para presentarse en el concurso de novela gráfica de Montevideo Comics 2012, donde obtuvo una mención. Pero al no ganar (el premio, además de plata, era la edición del libro) decidí publicarla, y si bien quedaba bastante descolgada del resto de los números de Ciudad Fructuoxia, como esta historia nació para ser parte de ese universo, me parecía que merecía ser incluida en la serie, así que terminó editándose como “Relatos de Ciudad Fructuoxia#4: Deje de Afligirse”. 
El comic no tuvo reseñas tan elogiosas como Ranitas, pero tampoco fueron catastróficas. Se destacó que tenía tres o cuatro momentos graciosos (si te reís cuatro veces por $ 50 no te podés quejar). Las ventas fueron buenas, y con Pablito hicimos un par de presentaciones muy divertidas.

Mientras tanto, en otro lugar de Ciudad Gótica, la publicación de La Mudanza se mantuvo de forma más o menos regular durante la primera mitad de 2012, aunque seguía sin poder terminar el guión. Tenía el final en mi cabeza, pero no sabía como resolver la penúltima secuencia, que era la clave para que cerrara la historia.


Bocetos 

Pero en el segundo semestre todo se fue al mismísimo carajo. Desde 2011, junto a Alejandro Rodríguez Juele y a Victoria Saibene tenemos un proyecto de historietas educativas digitales llamado Bandas Orientales. En 2011 el proyecto se financió con el Fondo del Bicentenario, en 2012 ganamos los Fondos Concursables, y los volvimos a ganar para continuar durante todo 2013. A mediados de 2012 recibo una llamada del MEC para decirme que habíamos cometido un error en el contrato que presentamos a los Fondos Concursables. No viene al caso explayarse al respecto porque es largo, burocrático y entreverado, pero lo concreto es que nos dijeron que el proyecto que nosotros creíamos que íbamos a cerrar a fin de año debía ser finalizado en un mes, o perderíamos el premio del año siguiente (lo cual significaba un cierre abrupto e inconcluso de Bandas Orientales). Esto implicaba pedirle a seis autores que estaban con sus historietas en fase de pre producción que las sacaran de apuro. Por suerte en Bandas Orientales siempre nos hemos rodeado de gente muy profesional, y lograron tener sus historietas en tiempo y forma. Si están leyendo esto, ¡gracias queridos compinches!

Distinto era mi caso (no solo por lo de profesional) porque yo ni siquiera había empezado la pre producción de lo mío, que inicialmente saldría en noviembre. Además, yo no haría una, sino tres historietas juntas que conformaba un relato más grande. O sea: tenía un mes para estudiar el hecho histórico que debía contar, escribir tres historias que funcionaran de forma independiente, pero enganchadas entre si, y finalmente bocetar, dibujar y entintar las tres historietas (de seis páginas cada una)

Fue un mes terrible donde sufrí un bloqueo creativo espantoso producto de la espada que se balanceaba sobre mi cabeza (todos los demás autores ya me habían asegurado que lo entregarían a tiempo. Si el proyecto se iba a la mierda iba a ser culpa mía y solo mía). Pasaba horas sentado frente a la computadora sin poder escribir un solo chiste medianamente gracioso, pero en un momento algo se destapó, y las palabras empezaron a fluir. Para la semana siguiente ya tenía los tres guiones terminados. El resto del mes me pasé encerrado dibujando con un horario que no tenía nada que envidiarle a los niños semi-esclavos que fabrican ropa deportiva para marcas internacionales en el sudeste asiático. Dibujaba sin parar por horas y horas durante todo el día. Cuando no podía más, dormía tres o cuatro horas en cualquier horario (a las cinco de la tarde, a las tres de la mañana, o a las doce del mediodía), me despertaba, comía algo sentado en la mesa de dibujo, y seguía.


Ferreira y Don Atanasio, de Bandas Orientales

Uno de los momentos más traumáticos fue cuando creí estar perdiendo la razón. Cualquiera que haya tenido que pasar una noche en vela trabajando o estudiando sabe que cuando empiezan a escucharse los cantos de los pajaritos, la noche ha terminado. Ahí estaba yo, a mitad de la noche, encerrado sin ver el mundo, dibujando como un enfermo, cuando de repente empiezo a escuchar un pajarito. ¿ya había pasado toda la noche???? ¡me cagaría en la gran puta, no avancé nada! ¿qué hora es? Al mirar la hora, veo que no, recién eran las 2:30 de la mañana. ¡Había un pájaro hijo de puta que, seguramente confundido por algún farol, había empezado a cantar en la mitad de la noche! Esto continuó durante dos semanas, en las que a pesar de saber que la noche no había terminado, sino que eran realmente las 2:30 o las 3:00, la presión psicológica del pájaro que falsamente anunciaba la llegada de la mañana hizo estragos en mi salud. Intenté localizar desde qué árbol me torturaba el pajarraco, pero nunca pude dar con él. Te salvaste hijo de puta.

En la fase final del trabajo me bajaron las defensas y me enfermé, pero las historietas estuvieron prontas a tiempo. Si bien creo que su nivel no fue tan bueno como la que hice para Bandas Orientales 2011, “El grito de Asencio”, dadas las circunstancias en las que fueron hechas, tampoco quedaron tan mal. Logramos cerrar el proyecto a tiempo, pudimos retener los fondos para continuar Bandas Orientales en 2013, y no me morí, ni me volví loco, ni maté a ningún pájaro.

Obviamente la publicación de La Mudanza quedó relegada. Todas las páginas que tenía adelantadas ya habían sido publicadas, y desde hacía semanas no avanzaba ni con los guiones ni con los bocetos de las nuevas páginas. Por esos días, octubre de 2012, viajé a Nueva York junto a Matías Bergara, Nacho Alcuri y Andrés Accorsi para asistir a la ComicCon. Como parte de los preparativos del viaje adapté mi libro Ranitas al ingles e imprimí un pequeño tiraje para llevar para allá (digo “adapté” y no “traduje” pues tuve que hacerle tantas modificaciones para eliminar los numerosos localismos que terminó siendo un libro distinto: “Froggies”), así que La Mudanza siguió en pausa, sin ningún avance. 


Froggies: Catharsis & Rock n Roll, motherfuckers!

Al regresar de Nueva York comencé un trabajo de ilustraciones de historia para El Plan Ceibal junto a Matías Bergara, que me insumió la gran mayoría de mi tiempo. A eso le siguió otro trabajo de Literatura, y luego otro de Ciclo Básico, junto a Guillermo Hansz y Maco respectivamente.

Durante este período, que fue desde noviembre de 2012 a marzo de 2013, y mientras hacía estos trabajos, pude retomar lentamente La Mudanza. Esta vez si logré finalizar el guión, y también boceté todas las páginas hasta el final. La historieta ya llevaba cinco meses sin publicarse en Marche un Cuadrito, y tomé la decisión de no volver a subir nada hasta tener prontas todas las páginas restantes (unas quince). No quería que un nuevo imprevisto volviera a cortar la continuidad de la historieta.


Delmira Agustini, Florencio Sánchez y Horacio Quiroga  

Y fue así que en cada rato libre donde no hacía uno de estos trabajos para Ceibal, o ilustraba algún libro infantil, seguía avanzando con las páginas finales de La Mudanza, hasta que a comienzos de abril de 2013 logré terminar… ¡pero el trabajo no había terminado aún! La creación de la historieta se había prolongado tanto en el tiempo (unos diecisiete meses) que el estilo de los personajes y los colores había ido mutando más de lo deseable. En un libro de tan solo 52 páginas no puede haber un cambio tan marcado. Por un lado, las primeras quince páginas tenían unos personajes bastante diferentes a los diseños finales. Por otro, sin darme cuenta la paleta de colores se me fue apagando de a poco, y los naranjas y amarillos iniciales terminaron siendo casi marrones y sepias. Entonces arranqué el proceso de uniformización: empecé de atrás para adelante a corregir la paleta cromática y volver a los naranjas en las páginas finales. Mientras iba acercándome a las primeras páginas empecé a redibujar los personajes según sus diseños finales.

Mi amigo Ale Urrutia, como en todos mis libros, me hizo el diseño, esta vez desde China. Ale es un tipo geográficamente inquieto: el año anterior hizo los diseños de “Deje de Afligirse” desde Montevideo, y hace dos hizo los de Ranitas entre Japón y Perú.

Finalmente mi amiga Clara Esmoris corrigió mis faltas de ortografía (no son muchas; De hecho siempre es la misma: nunca le pongo el tilde a “Qué”… no quiero ni imaginarme cuantos “qué” sin tilde habré perpetrado en este post) y el 25 de Abril llevé los archivos a la imprenta (luego de algunas idas y venidas menores producto de las cagadas que me mandé por no saber como coño armar un archivo para imprimir a color).


Afiche de La Mudanza para Montevideo Comics

Todo este kilométrico relato venía a cuento de que el 18 de Mayo “La Mudanza: una historia sobre seguir siguiendo” será presentada en Montevideo Comics 2013. Si están por ahí dense una vuelta por el stand de Ninfa Comics y les cuento todo lo que no pude incluir acá por consejo  de mi abogado.





8 comentarios:

Matías Bergara dijo...

Cuando lo lea te posteo algo.
Por ahora, solo te digo que me encantó la portada nueva con el plaza entregado

Nico Peruzzo dijo...

Ja, gracias!

Iba a hacer uno con los pastores brasileros echando a patadas a un par de adolescentes disfrazados, pero preferí aprovechar el concepto de La Mudanza y hacer algo más presentable.

roy dijo...

Me lo leí todo
Tremendo diario de viaje te mandaste, casi dos años en la vida de un historietista.
Muy bueno!

Quiero releer la mundanza en papel!

roy

Nico Peruzzo dijo...

Dos años en la nada glamorosa vida de un historietista, donde lo más interesante es contar como uno debe ingeniárselas cuando las cosas empiezan a salir de un modo muy distinto a como las había planeado.

Lo mejor es la historia de los mojitos. Le ensañamos a esos mendocinos que en la tierra de Obdulio los hombres toman hasta que se acabe la menta. En realidad los hombres toman algo un poco más masculino que un mojito, pero al fin y al cabo somos historietistas, no estibadores portuarios...

Matías Bergara dijo...

A mi esa misma noche me dijeron marica por tomar un manhattan, que es un noble trago de mafiosos neoyorquinos.
En fin, leí todo y está genial. La madurez de Peruzzo. O la pelotudez. O la pelodurez.

Nico Peruzzo dijo...

Pudo haber sido un trago de mafiosos, pero como tantas otras cosas que tuvieron un inicio respetable para luego caer en la terrajada, hoy en día el Manhattan es el trago de las minas de mierda de Sex and the City...

Unknown dijo...

Entre las cosas que más admiro de mis colegas más jóvenes, y Nico es uno de los más cercanos, está la confianza en lo que hacen que me trasmiten. Por supuesto que es un espejismo, todos somos inseguros en nuestro interior. Pero es admirable la valentía de Nico demostrada en las decisiones estéticas y de ritmo de vida que toma, y también la valentía de jugar a cartas vistas. Mientras muchos se centraban en observar el extraño trazo de sus dibujos, por otro lado estaba creciendo el gran narrador y dialoguista que es. Y ahora también gran colorista!

Alfarhache dijo...

Hola Nicolás cómo anda todo? Soy Germán, el amigo de Fede de los Santos que escribió La Venganza (suena parecido a lo tuyo pero no es), aquel comic del capataz que mataba a un peón por oponerse al uso de agroquímicos y luego la tierra le hacía pagar terribles consecuencias. Espero que te acuerdes. En fin, nos vimos por última vez a fines del año pasado en la feria de ideas +, que vos estabas en el stand de AUCH, y conversamos un poquito. El caso es que por la invalorable mediación de tu señora madre, María, me lei La Mudanza apenas publicada (se portó 100 puntos y cruzó al autoservice a obsequiarme un ejemplarcito, así sin más ni más). Felicitaciones por la innovación y muchos éxitos. Y de paso, a ver si así mitigamos un poco la garroneada, te dejo la invitación para que entres a www.entornatesesamo.blogspot.com. Es un blog personal, no estrictamente de comics pero ya subí un par de reseñas de cosas que quería comentar, y hace instantes colgué unos párrafos dedicados a desmenuzar un poquito tu libro. Me abstuve de robarte ilustraciones de esta entrada que esta más completita imposible; solo colgué la promoción de La mudanza referida al "traslado de sede" de Montevideo Comics. Y nobleza obliga, dejé el link para que pasen por acá a ver todas tus cosas. Comentarios de cualquier especie serán bienvenidos. Un abrazo.